miércoles, 17 de septiembre de 2014

Maternar

¿Qué significa maternar a un niño? Significa dar prioridad a las necesidades básicas de la criatura por sobre las propias. ¿Por qué nos resulta tan difícil? Porque cuando nosotras hemos sido niñas, no hemos sido colmadas en la medida de nuestras expectativas. Hoy que hemos devenido adultas, en parte anhelamos auto satisfacernos, nutrirnos y cuidarnos para compensar aquel vacío original. Así se establece una “lucha” entre el deseo del niño real y el deseo de la niña que habita en nuestro interior.  Resulta que ése será el principal desafío: el de reconocer la infancia real que hemos experimentado. Especialmente la distancia que hay entre aquello que nos aconteció (el nivel de desamparo, soledad, violencia, engaños, castigos o incomprensión al que hemos estado sometidas) y aquello que creemos recordar. Si no tenemos un panorama claro sobre las experiencias de nuestra niñez, difícilmente podamos comprender aquello que el niño reclama hoy.
¿Sirve evocar la propia infancia cuando tenemos hijos? Más que nunca. Porque no podremos comprender, percibir ni compadecer a un hijo; si antes no hemos retomado el contacto íntimo con la niña que hemos sido.
Laura Gutman
Qué bonita verdad es esa de que cuando nace el hijo, nace la madre. Lo que no es menos cierto es que mientras crece el hijo, crece también la madre. No es menos cierto, pero también es muchísimo menos frecuente, por ignorancia, por cobardía, por cultura o por costumbre, o seguramente por esas y otras muchas cosas. 
Crecer mientras tu hijo crece, reandar tus pasos, volver a tener cuatro años cuando tu hijo tiene cuatro años, es una tarea dura, difícil, casi titánica, diría yo, tanto mas cuanto mayor es esa distancia que magistralmente explica la Gutman. 
Maternar, como ella dice, o bien-criar, o simplemente criar, para mi también es dar prioridad a las necesidades de la criatura, por mal visto que esté, que lo está. Eso aun hace mas arduo el recorrido, el reencuentro con 'la niña que hemos sido'
Leer a Laura Gutman me reconforta, me sirve y me calma; sabe poner palabras a emociones de las que nadie habla.
Para mi, el proceso que ella llama "evocar la infancia" ha sido y es un proceso inevitable. No se si otras madres se lo ahorran, se lo saltan, o lo intuyen y lo encierran bajo siete llaves. Si que se de alguna otra que también lo vive a full. En mi caso es algo que varía entre una suave brisa en la superficie de un lago y el efecto de una batidora entre los ingredientes de un gazpacho. Unas veces mas intenso y otras menos.
Qué razón tiene la Gutman, no puedo acompañar a mi hijo, aceptarlo de verdad, criarlo en todos los sentidos, si no soy su madre, su madre adulta y no una niña que está a su misma altura y sólo se relaciona con el en términos de lucha por no se sabe bien qué.
Evocar mi infancia me resulta en lineas generales bastante doloroso. Porque la distancia es grande. La distancia entre lo que creía recordar y lo que recuerdo.La distancia entre cómo lo veía y como lo veo. La distancia entre lo que no comprendía y lo que voy comprendiendo. Mi etapa adulta-antes-de-madre fue un periodo de calma, al menos en superficie, una época de 'aquello pasó y pasó' pero el nacimiento de mi hijo ha sido la pedrada lanzada al lago en calma. 
Y como sanar de verdad una herida mal curada, es un proceso incómodo, duro y doloroso. Y la paciencia nunca ha sido mi fuerte, pero esa misma piedra que arrambló con la calma es la que me da energía para seguir el proceso, para bien-criarlo a él, y al mismo tiempo curarme yo. Incluso para volver a romper huesos rotos que soldaron mal, y colocarlos esta vez en su sitio. Cómo dijo alguien "soy afortunada: nada en esta vida me ha resultado fácil" 
No se cuánto durará este proceso, quizá ni siquiera termine, no me importa, si sirve para bien de mi hijo, y de manera simbiótica, para el mio propio. 

1 comentario:

  1. El proceso dura toda la vida! Y bienaventurados quienes pueden pasarlo. Las recompensas valen la pena.
    Un abrazo!

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